“Una tarde plácida de primavera. La mayoría de la familia ha podido venir; es casi un milagro que los primos de Suecia se pasen por el pequeño pueblo de Zamora en el que vive el abuelo. De hecho, sólo es baja Pedro, que se fue a América para estudiar un MBA y ya no volvió. Estará por videoconferencia.»
«La ocasión es importante. Hoy es el día en el que va a ‘morir’ nuestro abuelo. Como marca la ley, después de 42 meses sin actividad cerebral, se permite a la familia decidir si se retiran al abuelo las ayudas biológicas que mantienen su organismo vivo.
En el fondo es lo más lógico. Se están dando casos en los que los controles biomédicos, el suministro de nutrientes con cápsulas inteligentes y el sistema nervioso artificial consiguen que la ‘vida’ del cuerpo supere los 150 años. Sin embargo, ¿Qué sentido tiene, si ya han perdido su actividad cerebral ‘inteligente’?
Nuestra familia no es distinta a las demás. Hay quien piensa que deberíamos mantener el cuerpo del abuelo ‘vivo’. ¿Y si fuera posible que dentro de sólo 10 años, cuando empiece el s. XXII, ya se pudiera recuperar también la actividad cerebral? Es cierto que se está avanzando mucho, incluso con la ‘reimplantación’ de recuerdos, pero, siendo honestos, ni nos podemos permitir el coste de la clínica, ni creo que nuestro abuelo hubiera querido eso.
Me pregunto qué haré yo cuando me vea en esa situación. Al final, la muerte de un ser querido siempre te lleva al escenario de la tuya propia. Ojalá quede mucho tiempo, pero sé que es algo que debo ir pensando”.
Este pequeño “Cuento de 2090” sirve para lanzar la pregunta que da título a este post. ¿Dónde nos lleva la tecnología? ¿Estamos preparados para crear el marco ético en el que conducirnos en los cambios que nos trae el increíble avance de estos tiempos?
Sinceramente creo que no. Y que, además, lo tenemos muy difícil en un contexto en el que ya no existen los líderes sociales. Los supuestos ‘intelectuales’ son, cuando menos, discutidos por una o por otra parte de la sociedad. Por no hablar de los políticos. Ni siquiera la influencia de la religión, al menos en Occidente, es un factor de referencia ética importante para el conjunto de la sociedad.
El pasado día 13 de Mayo se celebró en el ESIC la “1st Wearable Technology Conference” y en ella ya no sólo se habló de los dispositivos “llevables”. Eso ya es un hecho superado. Se habló de los dispositivos “tragables” como parte del increíble avance del iHealth y se hizo una demostración en directo de la lectura de las ondas cerebrales de uno de los asistentes. Vimos como una máquina es capaz de registrar el patrón electromagnético que tu cerebro produce cuando piensas en abrir una puerta.
El siguiente paso es evidente. Si conecto un robot a la puerta la podré abrir ‘con la mente’. Sí, la telekinesia ya existe.
Un paso más allá. Se han hecho experimentos donde la máquina ‘lectora’ de ondas cerebrales se convierte en ‘escritora’ y hace que un sujeto mueva un brazo sin pensarlo; simplemente porque su cuerpo ha recibido la orden de la máquina.
Este último experimento no lo vimos en directo. De ser así, un servidor se hubiera ido corriendo, creo que incluso sin coger el coche, y empezaría a vivir solo en medio del monte. Ojalá que el “Cuento del 2090” no sea el “Cuento del 2020”.
Nota. Este post no sería posible sin la inspiración de mi querido Alejandro González (@alex_gsr) y su blog “Todo estará conectado: Una Vida Digital” http://digital.alexgsr.es/. Gracias por la inspiración Álex.