Participar en este movimiento técnico, social, cultural y económico reside en la posibilidad de aprender y de hacer, en la transformación del usuario en creador, en la compatibilidad de esas creaciones para configurar un ecosistema denso o extendido que crece y que es capaz integrar iniciativas de naturaleza diversa. Más que una cultura maker hablaríamos de “prácticas del hacer”.
Frédérique Muscinesi | @ultra_lab
En un marco económico inestable y marcado por el empobrecimiento, el concepto del “hacer” encuentra un entorno favorable: son prácticas más racionales de utilización de los recursos individuales y colectivos, dinámicas que dan la oportunidad de aprender nuevas competencias en entornos casi gratuitos. Pero, además, la naturaleza misma del movimiento provoca entusiasmo, un campo vinculado a la creación en un entorno libre e informal, donde los encuentros, el intercambio de conocimientos y la expresión de una personalidad permiten el cambio. Al igual que ha ocurrido en otros sectores, el del hardware ha conocido también un importante cambio.
La influencia del movimiento maker (aprender y hacer algo por sí mismo), de la organización procedente de las comunidades digitales, los movimientos open source y los conceptos y necesidades vinculados a la hibridación entre creación y tecnología, ha propiciado otra forma de hacer hardware. Espacios como Medialab Prado han iniciado y favorecido la experimentación y la conceptualización de esta cultura del prototipado. Un movimiento denominado “cultura maker” que refleja un gran dinamismo creativo en el sector y un verdadero fenómeno cultural.