La lente con la que el diseñador mira el mundo y las herramientas con las que lo modela han aterrizado de manera abrupta. Debemos comprender los principios fundamentales (trabajo arduo y no realizado en su mayoría) y desarrollar los canales necesarios con el objetivo de que impregne a todos los miembros de nuestro equipo o empresa si queremos que, de verdad, se convierta en catalizador y posibilitador de miradas frescas e innovadoras.
Juan Gasca | @JuanGascaTC
Imagínense por un momento un desayuno en el que compartiesen mesa varios directivos de las empresas más importantes del país. Seguramente, tras escucharlos durante un rato departir distendidamente podríamos coincidir en que todos describen el actual contexto como complejo, incierto y de cambio profundo en cada uno de sus sectores. Alguno, incluso, se sinceraría y, aunque con la boca pequeña, llegaría a afirmar que su modelo de negocio peligra por la llegada de nuevos actores que hasta ahora no formaban parte del ecosistema de su sector.
Y si les preguntasen por cómo lo están afrontando, la mayoría indicaría que con nuevas herramientas o perspectivas que les permitan ser más ágiles, innovar y responder rápidamente a mercados más dinámicos y cambiantes, como los actuales.
En el contexto presente, la seguridad y los planes estratégicos a largo plazo son una quimera y deben estar cada vez más apoyados por un plan B o un plan de actuación de riesgos. A buen seguro, incluso alguien diría que están introduciendo en sus corporaciones procesos basados en el agilismo, lean startup y, cómo no, en el design thinking (DT).
Porque el principal valor del DT para las compañías reside en ser una herramienta válida (que no exclusiva, ni excluyente) para desarrollar soluciones alcanzando puntos óptimos para la toma de decisiones. Aunque, cabe decirlo, su presencia y, aún más, su aplicación en grandes corporaciones se encuentra en un estadio muy inmaduro.