Sea como fuere, el emprendedor goza de un nuevo estatus. El diario económico nacional de mayor tirada, Expansión, cambió el nombre de su suplemento dominical pasando a denominarlo «Emprendedores & Empleo». Diariamente, por si fuera poco, ha añadido una sección al periódico, dedicada únicamente a diferentes noticias sobre emprendedores.
Sin querer entrar en el debate abierto de si estamos viviendo una burbuja de emprendimiento, lo cierto es que la crisis coyuntural y el cambio estructural en los que estamos inmersos están provocando una mayor convergencia entre el gestor de toda la vida y el emprendedor de nuevo cuño. A pesar de que todavía existe poca literatura sobre la figura del emprendedor, la característica diferencial que siempre se le ha atribuido ha sido la de tener una mayor propensión y aceptación del riesgo, aparte de dotes creativas, de liderazgo y autoconfianza para poner en práctica su idea.
En los últimos años, no obstante, la empresa privada ha empezado a demandar con mayor intensidad todas estas características de sus gestores, cuyos conocimientos tradicionales de “administración” se dan por supuestos, y han de ser complementados por competencias más intangibles y no demasiado alejadas de las que necesita el emprendedor.
Volviendo al principal factor que distinguía a ambas figuras, la mayor o menor propensión o aversión al riesgo resulta que ya no supone una diferencia tan significativa. Hoy en día, trabajar por cuenta ajena no es garantía absoluta de estabilidad en el empleo y, desgraciadamente, son muchas las estadísticas que lo corroboran.
De la misma manera que un emprendedor necesita de “método” y de conocimientos de gestión para convertir una idea en proyecto, y éste en empresa, cada vez se le exige más al gestor dar un valor añadido en su desempeño para la compañía, sea del tamaño que sea, trascendiendo los límites marcados por su función.
Vivimos un momento contradictorio, en el que más de la cuarta parte de la población activa está desempleada y un porcentaje importante del resto está desmotivado en su trabajo. Aunque se lleva mucho tiempo hablando sobre el tema, hoy más que nunca es necesaria una parada en el camino, un momento de respiro en el que analicemos lo que somos y quiénes queremos ser. Seguro que vale la pena hacer un business canvas de nosotros mismos, como el que describe Tim Clark en su libro Business Model YOU.
Citando por último a Sir Ken Robinson, nuestra felicidad va a radicar en gran medida en la capacidad de encontrar y poner en práctica nuestro «elemento», que es aquello donde confluye lo que nos gusta con lo que sabemos hacer. Y si conseguimos monetizarlo, por cuenta propia o ajena, nuestra carrera profesional será probablemente mucho más feliz. Lo que sí es seguro es que el debate entre emprendedor y gestor pasará a un segundo plano.